¿Qué puedo hacer para dejar de mentir?

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A veces (auto)engaño, a veces traición, quizás siempre deshonestidad; la mentira esconde búsqueda de aprobación, incapacidad de aceptar ciertas circunstancias o evitación de determinadas consecuencias. Pero… ¿cómo podemos dejar de mentir?

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Aunque pareciera que otorgan seguridad, las mentiras son un disfraz de la realidad y el “superpoder” que ofrecen es volátil. Refuerzan una necesidad disfuncional de control. Como solemos decir, «no es oro todo lo que reluce».

Porque, tal y como el psicólogo forense Enrique Armas (2017) apunta, ¿sabías que la mentira correlaciona positivamente con el sentimiento de inferioridad y de ineficacia? Esto quiere decir que cuantas más sensaciones de este tipo, más se perpetúa el engaño.

«Una mentira es como una bola de nieve: cuanto más rueda, más grande se vuelve.»

La facilidad de las alteraciones en los recuerdos ayuda a mentir

Además de vincularse con la autoestima, la mentira también puede explicarse por la labilidad de la memoria autobiográfica que explicaba el psicólogo alemán Harald Welzer (2005): a veces afirmamos que algo ha ocurrido, incluso que lo hemos visto, cuando en realidad no fue así. 

Para que los sucesos queden almacenados en la memoria, no necesitan pasar antes por la retina: los procesamientos visuales e imaginados se solapan parcialmente. Podría decirse que “rellenamos” los huecos con información inventada.

En la transmisión de estos recuerdos, las emociones desempeñan una importante función. El neurocientífico británico Neil Garret (2016) encontró que la mentira continuada consigue reducir el funcionamiento de la amígdala y, por tanto, la sensación de remordimientos o arrepentimientos. 

Recordemos que la amígdala es una estructura cerebral que integra las emociones con patrones de respuesta. Podríamos decir, entonces, que en las mentiras hay tanto un componente biológico claro como un necesario entrenamiento.

Existen actitudes comunes en nuestras mentiras

¿Y qué respuestas son las que se repiten cuando utilizamos la mentira como recurso? Tenemos las archimanidas: «son cosas de la vida», «esto no es lo que parece» o «nadie es perfecto» como escudos protectores, pero seguro que estas actitudes también te son comunes:

¿Cómo podemos comenzar a reducir nuestras mentiras?

Un ejercicio previo a disminuir mis mentiras –como suele ocurrir en cualquier modificación de conducta– sería realizar un análisis de los factores que determinan esa acción repetitiva que tengo. Y comienzo por preguntarme por qué estoy mintiendo. Puede ser una de estas causas… ¡o las tres!

  1. para tomar el control, logrando que la persona a quien miento haga lo que yo quiero/espero;
  2. para conseguir una aprobación o
  3. para evitar envolverme de situaciones que no son agradables.
 

Por esto mismo, quedándonos en la superficie, pareciera que gano ciertas partidas del juego –haciendo un guiño a Sócrates– y obtengo beneficios, cuando la realidad es que destruyo la confianza que el resto ha depositado en mí y, por consiguiente, las atribuciones a mis habilidades quedan sesgadas parcialmente; entablo relaciones tóxicas y genero una baja autoestima o también atribuyo los resultados deseados a un falso concepto (sobre mí o una situación).

 

Así que, esas consecuencias pueden servirme para comenzar a elegir mis objetivos para dejar de mentir.  De hecho, los neurocientificos norteamericanos Joshua D. Greene y Joseph M. Paxton (2009) encontraron que las personas honestas no hacen esfuerzos para serlo puesto que no generan actividad adicional relacionada con el control.

La dependencia al control es un obstáculo para dejar de mentir

Porque demasiado control conlleva descontrol, las continuadas intencionalidades pueden convertirse en conductas adictivas asumidas como adaptativas, según el psiquiatra Carlos Sirvent (2006).

Por ello, también podemos dirigir nuestra intencionalidad hacia los objetivos por los que dejar de mentir, y de forma gradual ejercitar nuestra honestidad. Tanto el exceso como el defecto sería falta de equilibrio, así que moderemos el uso de la sinceridad, para no irnos al otro innecesario extremo.

Trabajar la aceptación del presente, sin revisar contínuamente el pasado y analizando las expectativas de futuro de forma equilibrada podemos aumentar nuestros comportamientos funcionales y adaptativos. Os recomendamos nuestro podcast de meditación y mindfulness «serbero on focus» para comenzar con esta práctica.

Bibliografía

  • Armas, E. (2017). Adaptación del cuestionario de autoestima “CAE” en adolescentes: Predisposición a mentir y ajuste psicológico. En Bringas, C. & Novo, M. (Ed), Psicología jurídica: Conocimiento y práctica, 14, 85-99. Sevilla: SEPJF.
  • Garrett, N., Lazzaro, S.C., Ariely, D., & Sharot, T. (2016). The brain adapts to dishonesty. Nat Neurosci, 19(12), 1727-1732. https://doi.org/10.1038/nn.4426
  • Greene, J.D. & Paxton, J.M. (2009). Patterns of neural activity associated with honest and dishonest moral decisions. The Proceedings of the National Academy of Sciences, 106(30), 12506-12511. https://doi.org/1010.1073/pnas.0900152106
  • Sirvent, C. (2006). Autoengaño y adicción. Norte de Salud mental, 6(26), 39-47.
  • Welzer, H. (2005). Labilidad de la memoria autobiográfica. Mente y cerebro, 14, 38-43.

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4 comentarios

  1. La facilidad para alterar los recuerdos es la principal arma, en mi humilde opinión, para que muchos se entreguen a la tarea y no cesen de inventar cosas que nunca han sucedido. Inconscientemente, incluso. Es quizá una tendencia al alza, por aquello de preservar nuestra memoria de los fracasos y errores.
    Conseguir la aprobación de los demás, ese beneplácito tan ansiado de recibir elogios o comprobar reacciones de admiración en quien te escucha se ha vuelto casi rutinario, por lo que veo a mi alrededor. Y no digo que yo esté exento de culpa.
    En fin, un post muy útil y que hace reflexionar. Gracias por compartirlo.
    Te invito a que leas y comentes qué te parece la psicología del personaje principal de mi último relato:

    https://marcosplanet.blog/el-dragon-la-princesa-y-la-dama-de-honor/

    Gracias de antemano.

    1. Hola Marcos.
      De hecho, esa facilidad para alterar recuerdos a la que te refieres, es incluso más neurológica que premeditada: se llama labilidad de la memoria. Es nuestro modo de “rellenar” los espacios vacíos que, como lagunas tiene nuestra memoria. Una buena comunicación, asertividad y empatía pueden ayudarnos a evitar la mentira.
      ¡Gracias por tu reflexión!
      Un abrazo y me paso por tu blog. 🙂

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